Duración: 14 compases 2/4.
Cambios: 14.
Dificultad: Nivel 5.
Richard Strauss ha sido considerado el último gran exponente del sinfonismo (post) romántico y del drama musical. Al final de su larga vida compuso cuatro canciones para soprano y orquesta que se han sumado a lo más interpretado de su obra.
Análisis
El solo de violín que antecede al extático final de esta canción termina con una amplia frase en Re bemol mayor que cede el turno a la soprano mediante una cadencia perfecta después de haber realizado dos flexiones, a Fa♭ mayor (♭III) y a Mi♭menor (II).
La tonalidad de Fa♭ está en relación lejana de tercera, como mediante del homónimo de Re♭ mayor, produce un inusual efecto al enlazar con el V de la nueva tonalidad (C♭7).
La tonalidad de Mi♭ menor constituye, sin embargo, una relación vecina (II grado de Re♭) que evoluciona de una forma previsible conduciendo a la cadencia perfecta final, coloreada mediante el acorde de intercambio modal (con el modo menor).
Visto con «distancia schenkeriana» podríamos apreciar una progresión global bastante sencilla en círculo que quintas I(cc.1-4) – VI(cc.5-8) – II(cc.9-10) – V (cc.11-13) -I, con un VI grado amplificado mediante una peculiar progresión de fundamentales en cuartas justas y semitonos B♭-C♭-F♭-F-B♭.
Tras el preciosísimo solo de violín, Jessye Norman con su monumental voz dice adiós a una época.
Tanta belleza le deja a uno hecho polvo.